Hoy en día se hace difícil de imaginar que un producto de Microsoft
genere tal expectación y sea tan deseado que el día de su lanzamiento
miles de personas se agolpen a las puertas de los centros comerciales
durante horas para ser los primeros en hacerse con el mismo.
Pero hubo un tiempo en el que la presentación
de los nuevos sistemas operativos de la compañía de Redmond se
convertieron en fenómenos sociales que coparon titulares en los
informativos de televisión e hicieron correr ríos de tinta en los
periódicos.
Durante unos pocos años, cada nueva versión de Windows o de Office que
apareció paso a ser casi instantáneamente el lanzamiento del año en el
mundo de la informática. No había nadie capaz de competir con Microsoft.
Apple era una sombra de lo que es hoy, Google no existía, la telefonía móvil apenas si daba sus primeros y titubeantes pasos y de los tablets nadie había oído hablar jamás.
La luna de miel con los consumidores no duró demasiado.
Malas decisiones estratégicas, productos de segunda fila como Windows ME, prácticas monopolísticas
ampliamente divulgadas por los medios de comunicación, falta de
innovación y desdén por la competencia dieron lugar a la situación
actual, en la que aun siendo una empresa de unas proporciones
gigantescas, se ha visto ampliamente superada por rivales a los que hace
no tanto miraba por encima del hombro.
Quizá por ello, por ver cuestionado su futuro como fuerza hegemónica en
el sector de las nuevas tecnologías, haya vuelto a la senda correcta con
excelentes productos como los recién estrenados Windows 8, Windows Phone 8 o Surface.
Sea como fuere, nadie podrá hacer desaparecer de las mentes de Bill
Gates y Steve Ballmer los recuerdos de aquellos días de vino y rosas en
los que fueron, simple y llanamente, los mejores. Las fotografías
incluidas en este artículo dan buena fue de ello.
Fuente: abadiadigital
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