Este extraño dibujo que tenéis encima del texto es el código QR . Su nombre
responde a las siglas en inglés de Quick Response Barcode -código de
barras de respuesta rápida- y no es más que un código de barras
bidimensional o una matriz de puntos creado por la empresa japonesa
Denso Wave -por cierto, subsidiaria de Toyota- allá por 1994.
Este codigo permite el acceso a la Wikipedia en su versión en castellano.
Cada código tiene siempre una característica definitiva respecto a
otros: el emplazamiento en las esquinas de los tres cuadrados grandes le
permite al lector conocer cuál es su posición. Su nacimiento tenía como
objetivo un modo más sencillo para almacenar y encontrar repuestos en
el área de fabricación de vehículos -Toyota es a día de hoy el segundo
fabricante mundial y fabrica cada año más de ocho millones de unidades
para todo el planeta-. No obstante, su eficiencia hizo que pronto fuera
adoptado como un sistema ideal para la realización de inventarios y la
gestión de información en multitud de empresas.
Sin embargo, el motivo de que estos singulares símbolos lleguen a
nuestras páginas son su éxito entre los dispositivos móviles (sobre todo
teléfonos) gracias a la inclusión de softwares que permiten
descifrarlos. La masificación de estos terminales así como las enormes
posibilidades de empleo en materias relacionadas con los consumidores ha
hecho que, por ejemplo, en Japón sean ya el lenguaje bidimensional más
empleado.
Tal es su éxito que cada vez son más los anuncios publicitarios o las
tarjetas de visita en el país del sol naciente que incluyen uno de estos
códigos para identificar a una persona, empresa o producto. ¿El motivo?
Con sólo escanearlo se puede implementar en el terminal toda la
información necesaria sin tener que rellenar tediosamente los campos de
nombre, empleo, email, etc...
Por cierto, el código de los QR es abierto y los derechos de patente de
Denso Wave no son ejercidos, algo que también ha ayudado a su rápida
estandarización en todo el mundo.
La información que se puede almacenar en uno de estos pequeños códigos
es muy diversa y de su naturaleza depende el número de caracteres
totales del mismo: hasta 7.089 si el contenido es sólo numérico; 4.296
si es alfanumérico; 2.953 bytes de código binario y hasta 1.817
sinogramas japoneses Kanji o silabarios Kana.
Pero su enorme éxito no sólo está radicado en la tecnificada sociedad
nipona. La empresa estadounidense Skanz presentó en un congreso de
productos electrónicos en Nueva York hace poco más de medio año una
pulsera de plástico adornada con códigos QR. Una vez escaneadas las
pulseras por los smartphones de otras personas las pulseras, previamente
programadas, mostraban datos de los portadores: "en toda la tarde,
nadie intercambió una tarjeta de visita. En su lugar se escaneaban el
brazalete unos a otros", según explicaba en El País Tammy Lewis, jefe de
marketing de QR Media.
El nuevo sistema es la evolución -más allá de revolución- del
hipervínculo que hizo crecer la red en los años 90. Sin embargo, a
diferencia de otros fenómenos como las redes sociales o los dispositivos
"i" de Apple, los códigos QR están viviendo un éxito exageradamente
dispar en cada país. En Corea, por ejemplo, la cadena de supermercados
Tesco Home Plus empapeló varias paradas de autobús de la capital con
carteles que emulaban las estanterías de sus supermercados. Cada usuario
podía leer los productos que necesitaba con la seguridad de
recibirlos en su domicilio en cuanto llegara a casa: las ventas subieron
un 130%. En el Estado, el de la UE con más smartphones (un 49% de los
móviles y el 70% de ellos con acceso a internet) las agencias coinciden
que la implantación está siendo más lenta. ¿El problema? Muchas veces
sólo nos llevan a la web de la marca del anuncio y ésta ni siquiera está
preparada para móviles. Aún así, como casi todo, llegarán para
quedarse.
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